Me divertía mucho responder mensajes y consultas acerca de qué personaje sería tal o cuál político o qué opinión tenía de algún tema. Así surgió mi álter ego, El Editor. Contestaba desde el personaje de un editor de medios bastante inescrupuloso y con cero conciencia social: es lo que más disfrutaba. Todos entendían las comparaciones sin necesidad de andar explicando mucho. El misterio en torno al Editor fue creciendo. Cada tanto me cruzo online con alguien que todavía me trata de usted y me dice “señor editor”, mis primeros seguidores.

Cuando empecé a usar Twitter, al tiempo, me di cuenta que el humor ahí era mucho más rápido, no había tiempo para desarrollar las ideas y mucho menos había lugar para el sarcasmo. La impronta del Editor que había creado en Faceboook – una especie de Micky Vainilla versión Hogwarts – se fue diluyendo y, entre memes y videos graciosos, también empecé a opinar. Saben que me encanta la política, pero a veces me voy por las ramas y hablo de mis otras pasiones: Historia, musicales, series o danza.

Cree este sitio como una forma de poner un poco de orden a las cosas que pienso y me gustan, una especie de Pensadero de Dumbledore: Me encanta escribir, lo hago desde muy chico, pero rara vez me he animado a publicar algo – con mi verdadero nombre. Hace unas semanas, mientras lidiaba con el encierro de la cuarentena y esa  extraña sensación de “y ahora qué” que nos produce, alguien me dijo “tus hilos de twitter son geniales, deberías aprovechar y deshilacharlos, desarrollarlos más y que no se pierdan en un feed” Me gustó esa idea y acá estamos.
Espero que lo disfruten y que sea un ida y vuelta, como ha sido todos estos años, aunque no me conocieran tanto.

Atte.

Lisandro, El Editor.